Bartolo, viendo que su trabajo en la fábrica de Uranio
enriquecido y productos tóxicos S.A solo le producían alucinaciones debido a
inhalar los vapores (Cosa que su jefe y los demás veían normal) decidió cambiar
de oficio, para también ganar un poco mas y que le llegara para un terreno en
un solar de las afueras, para construirse un chabolo con material de derribo
para los domingos hacerse una torra y plantar cebollino, que era su sueño.
En otro episodio de Bartolo que escribí en otro lado,
Bartolo tenía una amiga que era la única que lo trataba bien y que le recomendó,
ya que ella iba a emprender una prospera carrera de modelo que la daría para
ponerse seis o siete chales con piscina donde ella quisiese…
“Bartolo, corazón cuando yo me valla si no te alcanza para
un hámster, cázate una rata de las alcantarillas ponle un nombre y guárdala en
una caja de cartón para así no te sientas solo en la vida”
A Bartolo después de descontar impuestos más impuestos, la
medicina de su abuela y la comida de la parroquia, no le quedaba para el Hámster
así que cazó una rata gorda de las alcantarillas para tener una mascota que le
hiciera compañía, como su buena amiga le dijo pensando en su bien. Al principio
metía la rata gorda en la caja de cartón pero la rata mordía las paredes de la
caja y se escapaba llenando el sofá bueno de pulgas y garrapatas, enfureciendo
a su madre prostituta que luchaba todos los días por traer dinero a casa.
Así que Bartolo ideó una idea genial, corriendo fue al vertedero
del pueblo a buscar una solución económica para su mascota la rata a la que iba
a llamar “Soledad” como una tía alcohólica que una vez le regaló unos cordones
nuevos para las zapatillas. Al llegar al vertedero el cielo estaba nublado,
pero a través de un resquicio de entre las nubes un rayo de Sol alumbraba como
por arte de magia una gran lata de aluminio de aceitunas negras vacía,
Bartolo al divisarla brillando con los
rayos del Sol aparte de diversas alucinaciones en su cabeza fruto del anterior
trabajo, se emocionó tanto que corrió como un rayo con la rata bajo el brazo mordisqueándole
las muñecas para ver de cerca la lata.
¡No se lo podía creer! ¡Daba saltos de alegría! Su rata
Soledad, cavia dentro perfectamente y aún le sobraba espacio para su juguete (Un
trapo sucio al que le había hecho unos nudos para mordisquear) Bartolo estaba
contentísimo y con su rata no paró de bailar….(Continuará)
Texto Manu Cueva.
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